Inane

Vaciar el discurso o el diálogo es una tarea titánica que en algún momento pasó a ser cualidad de casi cualquier comunicador.
Las palabras propenden al susurro, a la ocultación, a lo sinuoso...
Escuchar a alguien como quien mira a una hormigonera mezclar estruendosa el agua de un arroyo con guijas, caliza y arcillas arrancadas a las laderas.
La amalgama penetra nuestros oídos sin remedio y cada día.
El silencio no nos hace callar, antes bien, estimula cualquier voz.
Todos contribuimos al "no decir nada" intentando dar con una teoría del todo.
¿Deberíamos hablar de lo necesario?
¿Queremos oír lo necesario?
¿Sabemos qué es tal cosa?

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