Edificio

Era un conjunto arquitectónico excepcional por muchas razones. En su haber tenía varios récords (incluido el de acumular más galardones de ese tipo que otros edificios semejantes): la extensión de la explanada donde se fue levantando con lentitud de gasterópodo; el número de bancos de obra en los que cinco años después de la pre-inauguración todavía no se había sentado nadie; el peso de los cantos rodados usados en los muretes de la avenida de acceso que según algunos habría provocado un anormal basculamiento de los estratos de la ladera; la ingente variedad de tablillas cerámicas adosadas en los lienzos accidentales de la fábrica así como de fragmentos minerales cortados en rectángulos áureos traídos de lejanísimas tierras en barcos construidos al efecto en astilleros nacionales; la descomunal cantidad de plantones secos en sus parterres en los que la exigüidad del manto impedía cualquier intento de enraizado y donde sólo se daba un musgo raquítico permanentemente húmedo; la enormidad del papel necesario para representar su traza a una escala que permitiese definir todos los detalles que podría cubrir varios campos de fútbol; el número de aparejadores e ingenieros contratados que venía vaciando las escuelas superiores del ramo desde varias promociones atrás... Y estos eran argumentos suficientes para que las autoridades locales se obcecasen en terminar el tremendo proyecto que había metido de lleno a aquel modesto territorio en los manuales de la Arquitectura Universal como ejemplo de vanguardia insuperable.

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