Borges en e-Babel

Tampoco mis pacientes libros, en pilas inestables en los rincones del polvo, saben algo de mí: ni que existo siquiera. Amarillean silenciosos ignorando que están en mí como están los músculos o la saliva y que podría reconocerlos entre un millón...
Al e-reader, no. Ese aparato será lo que sea, pero no un libro, ni una biblioteca... Es fruto de la prisa y la avaricia... Editemos todo y que diablo lo seleccione, leamos fragmentos, llevémonos un millar de libros a la playa por si acaso... Es una herramienta falaz e inútil.
¿Que pensaría Borges de las letras electrónicas? Se ahorró el escalofrío.

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