Pasar corriendo

Cuando sales a correr, el paisaje se expande en todas las direcciones, se agiganta en la misma proporción que tú te reduces. La carretera deja de ser ese familiar soporte grisáceo por el que sueles pasar fugaz, atento sólo a no sobrepasar sus márgenes, para convertirse en un camino abierto, interminable, bordeado de infinitas pequeñeces, que cruza como un puente colgante sobre el abismo de la Sierra o se entierra en ella, entre árboles y acantilados de pizarra...
Y el insecto pasa, contra el viento, endureciendo su endoesqueleto, pleno, dejando que cuajen en su memoria los detalles de los diversos rincones de su reino...

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