Christa Wolf

A mediados de los años 90 encontré en una librería de viejo (rebuscando, no estaba a mano) un libro editado en Seix Barral titulado Pieza de verano (Sommerstücke, 1989). Lo leí un par de veces con pocos meses de diferencia, lo recomendé, lo presté y lo perdí. De la historia guardo un recuerdo vago: un grupo de amigos, un verano continental junto al mar, una arranque estupendo (meteorológico)... No sabría decir qué me atrajo del libro para llevármelo (entonces no conocía a la escritora cuyo obra había sido, en apenas un lustro, traducida al castellano, ofrecida como novedad, amortizada y entegada a las estantería remotas de una librería muy poco frecuentada). Puede que estuviera bien de precio (yo no tenía un duro), fuese acertada y sugerente la información de las guardas, me convenciese el arranque o su fracaso comercial... qué sé yo, ¡nos cruzamos con tanto libros que van y vienen!... Hay libros grandes y los hay pequeños, hay libros fuertes y libros débiles, hay libros que son ramas (demasiados) y sólo unos pocos que son tronco. Y hay libros, éste, que dicen cosas que entiendes muy bien, que te salpican con agua fresca, que siendo obra de extraños te resultan tan familiares como el tono de voz de tu hermano...
P.S. Si lee esto aquel o aquella que se quedó con mi libro, que me lo devuelva. Valga lo dicho como argumento para tal reclamación.
Tres años de Textos Inmóviles.

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