El político

Sólo a regañadientes el político asume las reglas de la democracia. El político es un aspirante al poder, debe detentarlo, ejercerlo... El fin eclipsa los medios; el fin silencia, una vez alcanzado, los bárbaros medios...
La legitimidad adquirida en un instante y en absoluta confusión, se expande en un tiempo político en el que se pueden ignorar todas las sugerencias, críticas, límites... Es legítimo y hay que gobernar: el político hace, ejecuta, legisla con una evidente amnesia de lo que es esencial en ese concepto que lleva siempre en su saliva. Dice "democracia" y piensa "oligarquía".
El político no es pueblo sino un ejemplar de esa elaborada élite rectora lazada a la carrera que haciendo lo que le conviene, afirma hacer lo que debe.
La democracia representativa es un éxito sorprendente de la ingeniería política liberal, una autocracia que trafica con nuestro apego a la libertad, individualismo, perezosa razón y ejemplar falta de valor.

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