No es fácil

-No es lo que parece desde luego. En primer lugar, está fría, una pistola siempre está fría. Lo está en verano incluso, en invierno es puro hielo, hidrógeno líquido que puede quemar la palma de la mano. En segundo lugar, una pistola, incluso de calibre modesto, resulta pesada, es atraída por el centro de la tierra con una fuerza descomunal que podría romperte el brazo con el que procuras mantenerla firme. En tercer lugar, una pistola, cualquier pistola, es áspera, desagradable al tacto, como el cemento o el asfalto. Eso es: fría, pesada y áspera, tanto que te hace añorar la mano vacía. Empuñarla comporta una constante sensación de injerto, de bestia indomable, de añadido salvaje, insoportable y repugnante, como una piedra en la boca. Y disparar... nunca encuentras el momento. El proyectil abrirá un orificio en la espalda, el pecho o la cara de la víctima, pero no morirá en el acto... Tendrás que asistir a la ceremonía de la agonía, de la súplica, el vómito, el terror...
Hace un minuto la conversación languidecía y ahora...
-Pero dejémonos de generalidades. Te contaré lo que pasó. Es lo que quieres ¿no? Es lo que todos quieren. Pide una botella.
La pedí.

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