F. y la verdad

Hay hombres que tienen una propensión a la mentira inusual e inversa: los odiosos y mentecatos que siempre dicen la verdad.
F. me contó que hace décadas conoció a uno de estos personajes y, al parecer, llegó incluso, en la medida que ello es posible, a mantener con él algún tipo de intimidad breve pero intensa. Fue en un viaje en tren que les llevó, en el mismo compartimento, desde las cuenca de Ruhr a la enigmática Trieste (el epíteto es de F., el porqué califica así a esa ciudad es asunto que se dilucidará en otro momento).
Recuerda F. que era un tipo de aspecto descuidado, pasmado más que pensativo, de tez harinosa como si se hubiese maquillado, de movimientos lentos y firmes por lo común, con un tic que le hacía torcer la boca hacia la izquierda y abrir al tiempo los ojos como queriendo recolocar los globos oculares dentro de las órbitas y encaminar la mirada, ... Era un tipo silencioso: F. no le oyó una sola palabra en los tres días que tardaron en cruzar la ruinosa y gélida Europa de febrero de 1919.
Luego, se separaron.

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