Los escritores inéditos, la edición, la autoedición, la coedición, la edición digital, lo que no haré al respecto, lo que sí: declaración de principios

Si es cierto lo que se cuenta por ahí sobre el noble negocio de la edición, los concursos y las agencias literarias, yo no publicaré nunca nada.
Así pues, cuando escribo produzco manuscritos que nunca llegarán a ser otra cosa. Lo seguiré haciendo puesto que, en ejercicio de la libertad que se deriva de mi autonomía de escritor inédito, no estoy dispuesto a:
1) Buscar, de cualquier modo, amistad alguna que me dé acceso a un editor.
2) Solicitar de un profesional representación o intermediación para conseguir un contrato.
3) Autoeditar mi libro en una imprenta y guardar los ejemplares de mi novela en la balda más alta del garaje.
4) Ofrecer dinero a un editor para que haga de impresor y mi novela no llegue a salir del almacén donde ese señor o señora almacena los restos ya amortizados de su noble labor.
5) Que mi novela se asome a una web como un triste enlace descargable, porque es como abandonarla debajo de una piedra en una plaza muy transitada.
Tampoco estoy dispuesto, en el remoto caso de que alguien me edite al modo tradicional, a ejercer de escritor representante de sí mismo: lo que no diga la obra no lo diré yo por ella. Al respecto, creo que muchas de las novelas que se publican y yo leo (con interés, a veces) son novelas ya escritas muchas veces. Al respecto, creo que la promoción de una novela es cosa del editor y que una novela no es un producto de supermercado.
En cambio, estoy dispuesto a:
1) Escribir con honestidad, seriedad y cuidado para que mi novela sea siginificativa para el lector y que su lectura no sea vana.
2) Ofrecer mi novela a editores.
3) Presentar mi novela a concursos literarios.
4) Asergurarme antes de 3) y 4) de que tengo un texto que merece la consideración del editor y del jurado y no les va a suponer una pérdida de tiempo.
5) A callar y admitir su dictamen de no publicación (2) o el de no haber ganado (3), sin achacar el resultado a los editores cobardes o los jurados corruptos de concursos amañados. (Aquí entra en juego la ingenuidad claro está, pero lo doy por bueno porque la ingenuidad es un par de alas que nos permiten sobrevolar el fondo del pozo). Culparé del fracaso a la falta de calidad de mi novela y la revisaré.
En resumen, escribiré porque soy escritor y no puedo hacer otra cosa (ojalá pudiera), pero esta labor artística y honorable no es mi negocio, tampoco es mi ocio (aunque las grades obras fueron escritas a ratos perdidos por individuos no profesionales que al concluirlas eran también escritores inéditos) y porque esta vida es mejor vida que la vida estéril sin literatura.
(Murió David Viñas: somos un poco más tontos).

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