Lo improbable posible

Es improbable que exista una llave que pueda abrir todas las cerraduras pero es muy posible que exista una llave capaz de abrir más de una puerta. Puede que tenga esa cualidad esta llave que reposa en la palma de mi mano y además de abrir la puerta del garaje (eso ya está probado) abra también la puerta metálica de un local de Amsterdam, la puerta hueca de la habitación de un hotel neozelandés de poca monta o la recia puerta de la sacristía de una iglesia de Lugo.
Las combinaciones posibles de las muescas de una llave vulgar tienen que ser por fuerza finitas y, por lo tanto, repetirse (o bien, la estructura de una cerradura fabricada en serie tiene que presentar limitadas, aunque numerosas, posibilidades y, por lo tanto, circularán por ahí cerraduras idénticas para las que sirven diversas llaves intercambiables).
Todo es finito. Lo dicho para llaves y cerraduras puede aplicarse a otras cosas. Por ejemplo, a la música: las posibilidades de combinación de sonidos y silencios tiene que llegar a agotarse y, por lo tanto, terminarán por repetirse las melodías (o converger en una sola si la partitura se prolonga lo suficiente).
Del mismo modo, la confluencia ordenada o desordenada de palabras de un determinado idioma sobre el papel tiene que conducir, por fuerza, a poemas o fragmentos de prosa idénticos (o que digan exactamente lo mismo) si el ejercicio, o el oficio, o la costumbre de la literatura se prolonga lo suficiente.
Por último, no debemos descartar la posibilidad de que la población del planeta en un momento dado llegue a estar compuesta por individuos físicamente idénticos a los que poblaban la Tierra en un momento determinado del pasado, y que tales individuos, en ausencia ya de otra posibilidad, jueguen con las mismas melodías, escriban los mismos textos (queriendo decir exactamente lo mismo), y lleven en sus bolsillos las mismas llaves útiles para diversas cerraduras que llevaban aquéllos, y finjan no saberlo.

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