Perdido

Hubo un hombre triste, personaje ideal para un breve cuento. La tristeza se le vino encima (más que como repentino desescombro, como paciente arena) cuando se quedó del todo solo. La soledad era un achaque de la vejez: su longevidad le permitió asistir (como melodía que se aproxima más y más al silencio) a la muerte de todos sus amigos. El último puente con la compañía se vino abajo aquel día hábil de diciembre en que pasó a mejor vida su Luisa.
Llegó, sin embargo, a ejercer poco tiempo de hombre triste. No tardó en calzar botas atrevidas, vestir llamativos colores... y exhibir por calles y plazas una cuidada melena caoba. Las cosas se me fueron de las manos: el personaje se perdió para la literatura antes de que hubiese tiempo de buscarle acomodo en cuento alguno, por breve que éste fuese.

[II aniversario del blog].

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