Lo que todos sabemos
Parece confirmarse respecto a los sistemas políticos aquello que Robert Michels decía de toda organización: que sea cual sea su origen, deviene más pronto que tarde estructura jerárquica dominada por una minoría. Por lo tanto, todo sistema político ha sido siempre una oligarquía o ha terminado siéndolo, y cada cambio de sistema ha supuesto únicamente la sustitución de una elite por otra ante la presencia más o menos pasiva de la masa informe siempre relegada al mismo papel de grupo sometido.
Si todo sistema está bajo el control de una minoría los diferentes modos en que este se presenta, sus cualidades, dependen no tanto de la diversidad de intereses de ese grupo cuanto de los mecanismos que utiliza para controlar y someter a todos a esa su configuración particular: a través de la represión y la fuerza, a través del miedo al enemigo, del miedo a las consecuencias del desorden, a través de la sumisión a la nación, al estado o al dios que bien merecen el sometimiento del individuo, a través de una apariencia de colaboración y participación en los asuntos públicos que es tan fácilmente inoculable en el inconsciente colectivo como limitable, a veces ni siquiera oscuramente, desde el poder...
Y así, si realizamos un acercamiento realista al asunto, no cabe sino concluir que carecemos de libertad, de posibilidades de iniciativa real y capacidad de control de la bestia que es el Sistema (en sentido amplio, de gran armadura en la que colaboran gobiernos, grandes empresas, instituciones financieras...), administrador de la riqueza y el poder para acrecentarla.
Sin embargo, no somos del todo desechables –no todos al menos–, a algunos nos necesitan: somos sus productores y consumidores, sus soldados y su policía, sus funcionarios, sus intelectuales sin querer serlo o queriéndolo, sus bufones, sus alumnos... Y es preciso que repartan algo de su riqueza de lo contrario será cada vez más difícil mantener su statu quo... No es complicado mantener a raya a los pobres de fuera, basta unos cuantos conflictos étnicos y religiosos, una guerras civiles, unas cuantas epidemias todavía por frenar, unos cuantos muros cada vez más altos y algo de ayuda al desarrollo que suelen acabar enriqueciendo a la elites locales (salario por sus servicios). Pero dentro hay que hilar más fino, ser más preciso y hábil, y la tranquilidad para sus negocios y ocios pasa por mantener una clase media de consumidores "contentos" en su insatisfacción, adeptos al modelo y adictos a sus residuos, hasta tal punto que nos parezca pura ensoñación o pesadilla que se pueda concebir algo diferente a él, que se pueda habitar civilizadamente en otra cosa que no esta.
Michels, R., Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna, (1911), 2 Tomos, 2ª ed., Amorrortu editores, Buenos Aires, 2008.
Michels, R., Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna, (1911), 2 Tomos, 2ª ed., Amorrortu editores, Buenos Aires, 2008.