Mundo violento
Con toda intención, los media transmiten la imagen de un mundo más bien violento que pacífico.
Parece falaz admitir que cada sociedad tiene los media que merece toda vez que se revelan muy limitadas las posibilidades de los individuos de moldearlos según sus necesidades, como de influir en la política de cualquier otra multinacional. Más adecuado a lógica es pensar que son los media, fuertes grupos de poder, los que crean todavía opinión, modas y necesidades.
En todo caso, hemos de admitir que el flujo más denso es el que viene de ellos hacia nosotros y que el retorno parece más débil, puntual e inconexo. Por otro lado, aunque se verifique una cierta limitación de las tareas de intermediación, esta solo parece darse por el momento en cuestiones no centrales sino periféricas del asunto y asociadas a las nuevas tecnologías cuyas herramientas pertenecen a grupos empresariales que también escapan a nuestro control.
La sociedad como masa no actúa en conjunto sino de forma individual, carece de un plan que implique a todos sus miembros a la hora de consumir, por lo tanto se dejará llevar por las modas, las corrientes de opinión y los gustos predominantes que no producen ellos.
Los media sí tienen planes, objetivos, y están organizados para conseguirlos; son creadores de opinión, a través de la reconstrucción constante de la realidad, y de necesidades, a través de la publicidad. Fabrican un mundo virtual en el que todos creemos vivir pues la totalidad innacesible parece no estar a nuestro alcance.
Los media eligen aquello que mostrar, seleccionan elementos de la realidad; de lo que llegan a saber, muestran una parte, callan otra. Esto es en sí mismo una propuesta de realidad y de mundo que implica ideología. Tal ideología se difunde entre los consumidores de los media que la asumen como suya.
Por lo tanto, el uso de imágenes de violencia no es una demanda de los consumidores sino una imposición de los media que de algún modo les es de utilidad a ellos y a los grupos de poder a los que representan y sustentan.
¿Pero cómo sirve a estas elites tal cosa? ¿qué tiene de bueno proponer un mundo violento, peligroso, inestable?
Si el mundo es tenebroso y amenzante, se irá consolidando en las conciencias la idea del miedo. El miedo que limita la libertad del individuo, lo convence de los beneficios de su individualidad, lo reafirma en la bondad del contrato, en la no colaboración con los demás, rompe los vínculos de la comunidades y preserva frente el cambio social, siempre inseguro y amenazante.