El sueño
Solo se me ocurre una razón para explicar el reiterado ritual lánguido y desconfiado de despedirse todas las noches deseándose feliz descanso entre besos y abrazos y el de saludarse por la mañana contentos como si fueran días y no apenas ocho horas el lapso de la separación y fuese ese un reencuentro casual e inesperado: creo que sospechamos que el sueño es un viaje peligroso del que solo por pura casualidad volvemos de una pieza; el espejo y los demás confirman que hemos vuelto indemnes de una travesía a la que la familiaridad añade riesgo como al girar del tambor de un revólver con una sola bala.