Marginalia
No es queja, sólo anécdota mínima solventable con sólo editar menos y mejor.
Algunos lo hacen pero olvidan este detalle al que me vendré a referir: los márgenes.
Un libro, eso que camina a ser rareza, habrá de imprimirse en papel blanco o claro, perdurable y no transparente, y envolverse en unas guardas que le hagan justicia, y armarse todo ello en una "máquina" que funcione, se abra del todo y permanezca abierto...
Los tipos deben ser de tamaño justo, ni ilegibles por su pequeñez, ni agigantados para hacer pasar por libro lo es folleto.
Los márgenes deben ser amplios para permitir la acotación libre del lector. Si existen otros vehículos para hacer de los textos, que no de los libros, cosas portátiles insignificantes por su peso, tamaño, etc., el libro habrá de convertirse en objeto marginal, secundario, valorable no sólo por su contenido que puede contenerse también en otros soportes, sino por todo lo demás que el libro es. Ya no recaerá en el libro la responsabilidad de difusión cultural y ocio, entretenimiento, o formación. Libre del vasallaje de ser objeto de consumo de masas, podrá hacerse de mejor calidad y más cuidado y, en cierto modo, volver a ser lo que siglos atrás fue. Y en ese caso, por lo tanto, editarse con arreglo a su función y características y rodear la caja del texto de un margen en el que escribir otro texto paralelo al que se lee. Si asalta una idea durante la lectura mejor tener donde escribirla que dejarla caer en el olvido.
Cierta mañana soleada en que Fermat leía la Arithmetica de Diofanto anotó al margen aquello de "es imposible descomponer un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados, y en general, una potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente. He encontrado una demostración realmente admirable, pero el margen del libro es muy pequeño para escribirla". Es su Último Teorema y, si hubiese tenido espacio para explicarse, los matemáticos se hubieran ahorrado tres siglos de búsqueda, tal vez. También podría haberse levantado de la mecedora en busca de papel, pero parece que no lo hizo.
Algunos lo hacen pero olvidan este detalle al que me vendré a referir: los márgenes.
Un libro, eso que camina a ser rareza, habrá de imprimirse en papel blanco o claro, perdurable y no transparente, y envolverse en unas guardas que le hagan justicia, y armarse todo ello en una "máquina" que funcione, se abra del todo y permanezca abierto...
Los tipos deben ser de tamaño justo, ni ilegibles por su pequeñez, ni agigantados para hacer pasar por libro lo es folleto.
Los márgenes deben ser amplios para permitir la acotación libre del lector. Si existen otros vehículos para hacer de los textos, que no de los libros, cosas portátiles insignificantes por su peso, tamaño, etc., el libro habrá de convertirse en objeto marginal, secundario, valorable no sólo por su contenido que puede contenerse también en otros soportes, sino por todo lo demás que el libro es. Ya no recaerá en el libro la responsabilidad de difusión cultural y ocio, entretenimiento, o formación. Libre del vasallaje de ser objeto de consumo de masas, podrá hacerse de mejor calidad y más cuidado y, en cierto modo, volver a ser lo que siglos atrás fue. Y en ese caso, por lo tanto, editarse con arreglo a su función y características y rodear la caja del texto de un margen en el que escribir otro texto paralelo al que se lee. Si asalta una idea durante la lectura mejor tener donde escribirla que dejarla caer en el olvido.
Cierta mañana soleada en que Fermat leía la Arithmetica de Diofanto anotó al margen aquello de "es imposible descomponer un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados, y en general, una potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente. He encontrado una demostración realmente admirable, pero el margen del libro es muy pequeño para escribirla". Es su Último Teorema y, si hubiese tenido espacio para explicarse, los matemáticos se hubieran ahorrado tres siglos de búsqueda, tal vez. También podría haberse levantado de la mecedora en busca de papel, pero parece que no lo hizo.