Dos cosas
Dos cosas os puedo contar de Pérez Huges (heterónimo de F., según dicen) que tal vez puedan iluminar algo su tenebrosa y voluble personalidad. Una: P. H. siente estos días el corazón lleno de música. Dos: se acaba de meter en un buen lío.
En efecto, P. H. adora el jazz, lo lleva a flor de piel desde que asistió, el 15 de septiembre de 1980 (dos noches atrás), al concierto de despedida de Bill Evans.
Por otro lado, P. H. se ha llevado a su casa (por segunda vez desde que la conoció) a la novia de su jefe (que paga las ofensas con plomo y con acero, según dicen). Para mayor desgracia, Nina ha resultado ser alérgica al marisco y muestra claros síntomas de shock anafiláctico y principio de asfixia (el batido de coco llevaba una pizca de cangrejo) mientras P. H. baila al ritmo de su corazón sin saber qué hacer (lo sabía hace quince minutos, ahora no).
En efecto, P. H. adora el jazz, lo lleva a flor de piel desde que asistió, el 15 de septiembre de 1980 (dos noches atrás), al concierto de despedida de Bill Evans.
Por otro lado, P. H. se ha llevado a su casa (por segunda vez desde que la conoció) a la novia de su jefe (que paga las ofensas con plomo y con acero, según dicen). Para mayor desgracia, Nina ha resultado ser alérgica al marisco y muestra claros síntomas de shock anafiláctico y principio de asfixia (el batido de coco llevaba una pizca de cangrejo) mientras P. H. baila al ritmo de su corazón sin saber qué hacer (lo sabía hace quince minutos, ahora no).