Triángulo azul (spanier)
Los republicanos españoles murieron sobre todo en el campo de Gusen, cuatro mil sólo en los doce terribles meses de año 41, pero el campo matriz era Mauthausen. Comenzaron a construirlo prisioneros de Dachau desplazados al efecto en 1938. Oswald Pohl, renano de origen, oficial de alto rango de las SS, organizador de campos, director de la Oficina Central de Economía y Administración desde la que controlaba una treintena de empresas, entre ellas las Fábricas de Piedra y Tierra, compró las canteras de Wienergraben e imaginó el campo lleno de prisioneros trabajando en la extracción de granito con el que satisfacer una creciente demanda originada por los proyectos del arquitecto Albert Speer para la remodelación de las principales ciudades alemanas.
En agosto del 1940 llegaron los primeros españoles. Republicanos derrotados, exiliados y apátridas, internados en campos, alistados en la legión extranjera, y prisioneros del III Reich cuando con extrema facilidad destrozó la linea Maginot y ocupó Francia.
Los republicanos españoles fueron diezmados. Sufrieron como los demás todo tipo de infamias. El asesinato tomaba muy diversas formas: inyección de benceno, inhalación de ácido prúsico o dióxido de carbono, tiro en la nuca, hambre, duchas de agua helada, flagelación, extenuación... En el día a día, les alentaba la esperanza de la derrota del fascismo, una fe que les llevaba a mantener cierto orden en el caos, a organizar células clandestinas de ayuda y búsqueda de información dentro de campo, a guardar un minuto de silencio por cada víctima ante la perplejidad de sus verdugos, y, a la postre, los que todavía se mantenían en pie aquella mañana soleada de mayo del 44, a saludar a las fuerzas de liberación del campo con una enorme pancarta inmortalizada por Francisco Boix en una de las fotos más conmovedoras de ese siglo largo y abominable.
En agosto del 1940 llegaron los primeros españoles. Republicanos derrotados, exiliados y apátridas, internados en campos, alistados en la legión extranjera, y prisioneros del III Reich cuando con extrema facilidad destrozó la linea Maginot y ocupó Francia.
Los republicanos españoles fueron diezmados. Sufrieron como los demás todo tipo de infamias. El asesinato tomaba muy diversas formas: inyección de benceno, inhalación de ácido prúsico o dióxido de carbono, tiro en la nuca, hambre, duchas de agua helada, flagelación, extenuación... En el día a día, les alentaba la esperanza de la derrota del fascismo, una fe que les llevaba a mantener cierto orden en el caos, a organizar células clandestinas de ayuda y búsqueda de información dentro de campo, a guardar un minuto de silencio por cada víctima ante la perplejidad de sus verdugos, y, a la postre, los que todavía se mantenían en pie aquella mañana soleada de mayo del 44, a saludar a las fuerzas de liberación del campo con una enorme pancarta inmortalizada por Francisco Boix en una de las fotos más conmovedoras de ese siglo largo y abominable.