F. (1924-1925)
De otoño de 1924 a otoño del año siguiente, cuando contingentes de tropas francesas entraban en la región de Rhur, en alguno de aquellos días en los que Walser, en Bellelay, Zúrich o Murten, gastaba lápices escribiendo textos breves con letra microscópica en hojas de calidad de gran formato, F. cayó en la cuenta de que no iba a morir nunca, ni a envejecer más (tenía 36 años y algunas semanas), que había conseguido reducir la mínimo hasta casi suprimir sus necesidades vitales a excepción del sueño, el aburrimiento y el tabaco. No sintió euforia, ni tristeza, siguió caminando, había muchos negocios que emprender.